Este puente, nuestra amantísima Constitución cumple 43 años y huelga recordar ciertas cosas que muchos de los que presidirán sus actos de conmemoración oficiales han olvidado o no quieren que recordemos.
Para empezar, que el Rey fue la primera persona de este país que propuso pasarse por la trenca la Carta Magna. Sí, amigos. El Rey. Él fue el que pulsó el primer botón que pudo acabar en tragedia.
Ayer leía "La gran desmemoria", una maravillosa obra de Pilar Urbano sobre los comienzos de la Transición y me quedé petrificado con la anécdota que cuenta Manuel Prado y Colón de Carvajal, el mejor amigo del Rey, que meses antes del 23F asistió a una cena a solas con el Rey en el Palacio de la Zarzuela. En dicha velada, el Rey pulsó la opinión del aristócrata sobre un posible gobierno de concentración con un militar al mando (General Armada) para largar a Suárez, sin moción de censura mediante y pasándose por el Arco del Triunfo la recién aprobada Constitución. La cena entre los dos amigos acaba convirtiéndose en una encendida discusión en el que un aristócrata de derechas trata de hacer ver al Rey el drama que supone romper la Constitución, la autoridad del Parlamento y en suma, la democracia, para echar a un presidente legítimo que pasó, en 18 meses, de amigo íntimo a innombrable en Zarzuela.
Pero no solo fue el Rey quien planteó saltarse la Constitución. También lo intentó González, que mandó a Múgica a reunirse con el General Armada, íntimo del Rey y posteriormente condenado por el 23F. Como resultado de esa reunión se generó el llamado Informe Múgica, que meses antes del juicio a Tejero desapareció misteriosamente de la sede del PSOE.
También Fraga desde Alianza Popular apoyó esa vía, con algunos matices.
Y Tarradellas y el PNV fueron convencidos sin problemas por Alfonso Guerra para apoyar ese gobierno de concentración.
La prensa, desde El País a El Alcazar, ayudó sustancialmente a crear un ruido de sables constante que generó en toda España la idea de que el golpe de Estado que tumbaría a Suárez era solo cuestión de meses o semanas. Luis Maria Ansón, presidente de la agencia EFE y amigo íntimo del General Armada, fue pieza clave en la creación de este ambiente irrespirable.
Madrid se convirtió en un gran centro de conspiración donde, desde militares de ultraderecha a comunistas y socialistas, proponían ideas para largar a un Suárez abandonado por su propia UCD que, por supuesto, también inventaba salidas ilegales de la mano del PSOE.
Los servicios secretos de la CIA, impulsados por Kissinger, apoyaron también el escenario de un golpe, también lo hizo la Iglesia y para terminar, la propia ETA solo se planteaba un escenario de negociación con un militar al mando del país.
A finales de 1980 solo tres políticos con poder se posicionaron en la defensa de la Constitución: Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado y Carrillo. Curiosamente las tres únicas personas que se negaron al cuerpo a tierra cuando Tejero entró al Parlamento, pegando tiros a los techos del Hemiciclo.
El por aquel entonces ministro de Defensa y presidente de la UCD, Agustín Rodríguez Sahagún contaba en sus memorias que durante los primeros minutos del golpe puedo escuchar a Alfonso Guerra decir a Felipe González, en repetidas ocasiones, "Felipe, ¿qué hemos hecho?". Algo que, casi todos los diputados que asistían al Parlamento aquel 23F, podrían haberse preguntado..
Los restantes 347 diputados aguantaron toda la fase inicial del asalto al Congreso escondidos bajo sus sillas. No me corresponde a mí juzgar la actitud de los parlamentarios, porque probablemente habría hecho lo mismo, pero si se analiza el momento, Suárez era el motivo principal del golpe, el chivo expiatorio, Gutiérrez Mellado era, sin duda, el personaje más odiado en las filas del ejército y la Guardia Civil por su apoyo sin fisuras a las políticas aperturistas de Suárez, traidor máximo por haber ayudado a perpetrar la legalización del PCE y Carrillo era el máximo representante de la Otra España en esa primera legislatura de la democracia, el “asesino de Paracuellos”.
Los 3 hombres con más papeletas para ser asesinados, los únicos 3 hombres que no conspiraron o fomentaron el golpe de Estado, fueron los únicos que demostraron el sentido de Estado más valiente que se ha ejercido jamás en este país. Nunca simpaticé con Suárez, un arribista oportunista que se arrepintió, en la fase final de su carrera política, de todo aquello que le llevó al poder. Gutiérrez Mellado fue un golpista en el 39. Carrillo vendió el alma de la izquierda por 23 escaños. Tres hombres políticamente derrotados, representantes de las dos Españas, un exfalangista oportunista travestido a socialdemócrata, un militar casi jubilado que defendió el golpe de Estado del 39 matando republicanos con una metralleta y un eurocomunista desclasado y derrotado, haciendo frente a aquellos que querían volver a sumir a España en la oscuridad.
En una entrevista a la SER con motivo del aniversario del 23F, Anguita, que siempre fue muy crítico con la trayectoria política de Suárez, dijo que “tres personas acabadas políticamente, con un pasado de espanto y dolor, antagónicas, protagonizaron el único momento digno de toda la Transición mientras el resto del poder, escondido en los suelos de los escaños, en Zarzuela y en los despachos de las plantas de los periódicos empezaban a darse cuenta que habían olvidado, demasiado rápido, 40 años de franquismo".
Suárez escribió en sus memorias con inusitada rabia que "el año previo al 23F, con la tinta aún de la Constitución sin secar, Madrid no era más que un nido de ratas conspiradoras".
El 23F acabó travistiéndose en un ejercicio mediático de salvación que elevó a su principal culpable, Juan Carlos, a los más vergonzosos altares, cuando voces autorizadas (Cercas, Urbano, Preston, Gibson), e incluso varios amigos íntimos del Rey, defienden que este fue pieza esencial en el golpe de Estado, cuando no motor impulsor.
Hace poco más de un año, se produjo una noticia vergonzosa que pasó completamente desapercibida. El Parlamento, con mayoría de "izquierdas" volvía a bloquear la reforma de una de las pocas leyes franquistas que aún siguen vigentes(sí, amigos, aún hay leyes franquistas vigentes) para desclasificar los documentos, ahora mismo secretos, que nos permitirían arrojar luz sobre el 23F.
Sumen uno más uno.
En 2008, Juan Carlos acudió a ofrecer el Toisón de Oro a la residencia de un Suárez aquejado ya de un Alzheimer avanzado. Pilar Urbano fue una de las pocas periodistas que asistió a un acto íntimo en casa de un hombre apagado y perdido, que intercalaba momentos de lucidez con una desorientación absoluta. Urbano pudo escuchar una conversación mientras los dos caminaban por el jardín:
-Ay Juan Carlos, en este país la gente olvida más rápido que yo, con esta puta enfermedad.
-Pero hombre, Adolfo, si estás estupendo...
-Hay cosas de las que me gustaría hablar, cosas que bueno...tu ya sabes. Hacer unas memorias en condiciones. Mi marcha...quiero explicar lo que pasó realmente, pero mi memoria...
-Esas cosas es mejor dejarlas donde están, Adolfo. Preocúpate de descansar y deja el pasado en paz.
Suárez calló y el Rey cambió rápidamente el tema de conversación hacia el fútbol. Ese fue el último acto oficial de Suárez. Meses después el Alzheimer se agravó y lo postró en casa hasta su muerte en 2014.