Los días de confinamiento no están siendo tan dulces como esperaba, y todo por culpa del teletrabajo. Ansiaba poder desconectar del estrés y las obligaciones laborales, aislarme del mundo y limitarme a devorar libros, música y cine. Aun así, la disminución del volumen de trabajo se agradece. Ayer me acosté con la agradable sensación de haber disfrutado varias buenas películas entre las 21:00 y las 0:30 horas. Y al despertarme, encontré a un conejo vestido de traje sentado junto a mi cama. La primera frase que me dirigió fue "me pregunto quién seré".
Yo le repliqué que solía preguntarme lo mismo, y a través de varias frases inconexas me dio a entender que él también estaba confinado, posiblemente debido a un crimen que cometió, y al parecer su confinamiento iba a ser bastante más largo que el mío, hasta el punto de prolongarse toda la eternidad. Entonces me invitó a compartir un día de su vida, y esto fue lo que vi:
Tras despedirme de él y su familia, todo se volvió negro y, al despertar, me vi avanzando por una calle donde todo el mundo me miraba amenazantemente y, en cuanto pasaba junto a ellos, comenzaban a seguirme hasta hacerme sentir su aliento en mi nuca. Al darme la vuelta, no había nadie tras de mí. Y los sonidos que me rodeaban no eran mucho más alentadores
Cuando los ruidos alcanzaron su máximo apogeo, sentí una mano en mi espalda y entré en pánico. Lancé un grito desesperado que me hizo despertar en mi habitación. Todo parecía normal hasta que comprobé que no controlaba mis músculos. Mi cuerpo se movía de forma automática y a una velocidad increíble.
En escasísimos segundos me vestí, salí a la calle, fui al trabajo, comí, volví al trabajo, cené, vi la televisión y me acosté...todo ello decenas de veces por segundo y sin prácticamente ninguna variación entre las secuencias. Los años pasaban en cuestión de minutos, hasta el punto de que llegué a experimentar mi propia muerte por vejez en menos de una hora tras haber reproducido decenas de miles de ciclos grises y monótonos, con alguna aislada salvedad que iluminó escasos instantes de mi vida y se desvaneció pronto como un rayo de sol en un día nublado. Y así se puede resumir mi vida:
Y tras experimentar mi propia muerte, desperté en un cuerpo que no era el mío, consumido por el dolor y el ansia de seguir matándome para así sufrir menos. Creo que fue la peor de todas las experiencias:
Y tras caer inconsciente por el dolor de la abstinencia, al fin desperté. Mi conclusión fue la irrelevancia de el actual confinamiento, que es una gota de agua en el mar de nuestras vidas, y la terrible inmensidad de otros muchos confinamientos que duran toda la vida y pueden envenenarla y malograrla en océanos de hastío, o directamente convertirla en un infierno. Cuando todo esto acabe, seguiré soñando con vencer el confinamiento de mi vida monótona, ajena a lo que siempre quise. Un confinamiento en apariencia infinito ¿Y vosotros, qué haréis?