Muchas son las falacias que sustentan la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) y es algo en lo que he podido profundizar en mis años de publicista. Una de las más manidas es: "Ellos al menos hacen algo" que puede traducirse, para el que no termine de entenderlo, en mejorar la imagen de tu marca (y por lo tanto aumentar ventas) a través del sufrimiento humano.
El caso más claro es el del cáncer. Por todos son conocidos los maratones, los conciertos, las campañas de donación...todos acompañados del adjetivo "solidario". El daño que se hace a la lucha contra la enfermedad, ya no solo desde un punto de vista económico, sino también moral, es incalculable.
En primer lugar se provoca un daño psicológico y anímico al enfermo, añadiéndole una presión que trata de cambiar su rol de "paciente" a "luchador". El relato y las palabras utilizadas presentan la enfermedad como una batalla, quitándole, de forma sutil, su derecho al sufrir, algo que no se puede elegir. Mi madre, que padeció un cáncer de pulmón, dice que los pesados y repetitivos mensajes positivos eran un terrible bumerán que le hacían de todo menos bien. "Supermujeres", "héroes"...no. Solo son personas, enfermos, que precisan apoyo y positividad, sí, pero ellos ya han caído en un papel que no han elegido, el del cáncer. No necesitan que le añadan otro, protagonizando una película donde deben vencer a un gran mal. En el camino de intentar ayudar, solo se provoca más sufrimiento y dolor, haciéndose más complicado un proceso que ya de por sí es espantoso. Las terapias de grupo, el apoyo de familias y amigos, la empatía, son esenciales. La creación de roles de superación no. Mi madre no es Rafa Nadal. Es una mujer que ha tenido mala suerte. El cáncer no es un deporte. Es la peor putada que puede pasarte.
Susana Kosca, escritora, reflexionaba en una entrevista sobre la imagen social -no real- que se tiene de la enfermedad. "Como es tan normal que la gente tenga cáncer, pues hay que vivirlo con frenesí. ¡Con alegría! Ponerse un lazo rosa y salir. (…) Si yo hubiera salido a la calle como estaba a los cinco meses de quimio, alguien me habría tapado. La gente quiere ver una estampa muy determinada: la del pañuelo y la sonrisa. La de los anuncios de Ausonia. La imagen de una mujer con cejas. Y se caen. Las cejas, las pestañas...".
La lucha por cualquier causa es diferente a la del cáncer, en la que se insiste en desterrar los aspectos negativos y se pone el acento en seguir sintiéndote guapa y femenina o en ser un guerrero que nunca se rinde. Algo que esconde los intereses de una potente industria que sigue creciendo alrededor del cáncer. Numerosas marcas que se suman a las campañas como un modo de limpiar su imagen, mientras siguen utilizando elementos cancerígenos en la fabricación de sus productos y el dinero que supuestamente dedican a la investigación del cáncer se pierde en el limbo de la indefinición. Pero también numerosos escritores, divulgadores y celebrities que hacen de la superación de su enfermedad, una máquina de hacer millones a través de la autoayuda más infame e infantilizadora.
Por otro lado, se hace responsable al ciudadano de algo que debería ser responsabilidad del Estado (en realidad se hace doblemente responsable al ciudadano pues este ya paga sus impuestos y además de eso se le pide donación) y se inculca en la sociedad la idea de que la sanidad pública y todas las soluciones que debería aportar, más que un derecho, son un milagro que se sustenta en la solidaridad de las buenas personas. Se me hace incomprensible ver, con mucha frecuencia, a votantes de derecha con el lazo rosa en sus perfiles en los días señalados. Es algo que jamás podré entender.
Si quieres luchar contra el cáncer no te pongas un puto pañuelo rosa, tampoco compres Ausonia. Si quieres luchar contra el cáncer vota a partidos que defiendan la sanidad pública.