La caída de Podemos, explicada en una tabla

Cuenta la leyenda que no existe el ex-votante de Podemos; que en realidad es un facha camuflado. El atisbo de realidad que se percibe elecciones tras elecciones es que, hombre, alguno tiene que haber, aunque sea porque se ha abstenido o ha optado por otra opción política de izquierdas. Lo que se observa es que la izquierda (o al menos la izquierda a la izquierda del PSOE) quizá no esté tan mal. Hay un sentimiento de que existe un actor político que la está lastrando. Y todos apuntan a que ese actor es Podemos, incluyendo otros partidos de izquierda o que se hacen llamar de izquierdas, que ahora intentan desligarse de ellos.

Reconozcamos que el votante de izquierdas suele ser más crítico con las opciones políticas que los votantes de derechas. Esto tiene una explicación clara: la derecha, al ser conservadora, apenas ha evolucionado en sus postulados, lo que da lugar a muy pocas ramas ideológicas, un núcleo conceptual muy consolidado y, por lo tanto, un nicho de votantes muy homogéneo. La izquierda, al ser progresista, ha evolucionado en sus postulados dando lugar a múltiples ramas ideológicas, conceptos poco consolidados en el tiempo y un nicho de votantes muy heterogéneo.

El resultado es que para los partidos de izquierda, es complicado saber qué quiere exactamente el posible votante de izquierdas. Sin embargo, lo que no es tan complicado es saber qué es lo que no quiere. Y aquí es donde ha fallado Podemos, que en vez de escuchar a todos sus votantes potenciales, a sus bases y antiguos círculos e incluso a sus afiliados, ha intentado hacer tragar a todos con sus ruedas de molino.

La siguiente tabla compara varios postulados ideológicos de las distintas opciones de izquierda, junto con sus acciones políticas activas, sus relaciones con la prensa, su método de hacer política y la estructura de sus cúpulas. Se incluyen también a PP, PSOE, VOX y CUP a modo comparativo:

Fuente: My Tanned Balls University (sí, lo reconozco).

Si uno analiza esta tabla comparándola con los resultados electorales diferenciará claramente qué es lo que mueve al votante progresista, al conservador y al (por muy denostado que esté el concepto) equidistante. También se puede comparar con la intención de voto, o con la valoración que los ciudadanos hacen de los líderes de cada partido. No hay sorpresas.

Y, por supuesto, demuestra qué es lo que mueve al votante de izquierdas (más allá de velar por el interés de la clase trabajadora, que se da por hecho) y lo que no le atrae, con lo que es más crítico.

A partir de aquí, uno puede cambiar, evolucionar e incluso hacer pactos en búsqueda del bien común y del mayor grupo de votantes posible, o puede encerrarse en su burbuja tratando de agarrarse muy fuerte a un silloncejo. Que, por cierto, eso también gusta muy poco al votante de izquierdas.