Paseábamos alegremente por algún herbolario para hacer la gracia, a veces hasta comprábamos algo. Los veíamos hacer reikki en sus canales de youtube y sonreíamos tiernamente. Pasábamos olímpicamente de discutir cuando, entre cervezas, alguno de ellos defendía la homeopatía. Los tratábamos con paternalismo e ironía cuando atacaban las vacunas. Te aconsejaban curar tus afecciones con cristaloterapia y risoterapia o instalándote una pirámide en la cama y preferías morderte la lengua. Compartíamos sus vídeos delirantes sobre los chemtrails para hacer chanza. Nos meábamos de risa con sus publicaciones sobre el terraplanismo.
Quién nos iba a decir que el gran peligro no anidaba en las montañas de Afganistán, ni en los laboratorios nucleares de Pyongyang. El gran peligro está aquí, en nuestro día a día, a nuestro lado. Puede ser tu prima, tu dietista o un taxista. Son los magufos. Personas que confunden capacidad crítica con oposición al poder. Autodidactas de la subnormalidad que te acusan de comprar un discurso dominante como si el suyo tampoco fuese otro discurso dominante por ir impreso en comic sans rosa y power points en vez de en Arial oficial sobre BOE.
Ignorantes profesionales que confunden espiritualidad con una asfixiante egolatría. Irresponsables enfermizos que solo renuncian a sus creencias cuando la muerte toca a su puerta (y a veces ni eso, véase Steve Jobs).
Ellos son el gran cáncer hoy. Montando manifestaciones en Berlín. O creando movimientos anti-mascarillas en el centro y sur de los EEUU. Atacando a periodistas científicos. Poniendo en duda las recomendaciones de salud pública, ahora más necesarias que nunca.
Son el movimiento más transversal, porque nada hay más transversal que la idiotez. Te lo encuentras en los movimientos de ultraderecha, en los movimientos de izquierdas, entre los neoliberales, los ecologistas, ateos y cristianos. Ahí radica una gran parte de su peligrosidad.
Lo mismo te dicen de una tacada que el virus ha sido creado en un misterioso laboratorio chino, que la pandemia es un invento. Atacan tus fuentes oficialistas, mientras ellos se nutren de dudosos canales de youtube creados por parados de larga duración con mucho tiempo libre que gastar y muchas ganas de venganza.
Decía Ray Bradbury que la maldad tan solo es la hermana pequeña del peor de los males: la credulidad. Pues bien, olvidaros del terrorismo islámico, Israel, Corea del Norte, el reggaetón o Tele 5. El mal es esta gente. Y podemos y debemos combatirlos.