Primero fue la solidaridad.
"No eres solidario si decides irte del país para pagar menos impuestos".
Tuve algunos debates sobre este punto. Siempre he dicho que la solidaridad no se impone, mucho menos si los intereses del grupo no corresponden con mis intereses. Pagar impuestos es una obligación fiscal penada con cárcel. Nadie puede llamarse a sí mismo solidario por pagar impuestos; del mismo modo nadie puede ser insolidario por no pagarlos. Acepté la mayor, por no entrar en debates más profundos e intentar buscar puntos de unión. Acepté que no pagar impuestos es insolidario, pero con matices. Es insolidario con las demás personas que sí los pagan. Es insolidario si sigo viviendo en el país y no pago, mientras los demás sí pagan. Aún aceptando la mayor, mis matices fueron demasiado acentuados. Yo no aceptaba la idea de llamar a una persona insolidaria por irse a otro país, incluso con el único fin de pagar menos impuestos. Pero en este foro mucha gente siguió llamando insolidarios a estas personas.
Estas personas deben al Estado su educación. Estas personas disfrutan de nuestras carreteras cada vez que vienen.
Pregunté: ¿son insolidarias las personas que se van a Alemania a trabajar?
En este caso la respuesta era negativa; no, estas personas no son insolidarias, porque se van a buscarse un futuro mejor.
Entonces me di cuenta de que el motor de esta idea no era la solidaridad, sino la ideología.
Luego fue la libre circulación
Alguien salió con esta idea: "lo que habría que hacer es no dejarles salir del país".
Hubo reacciones a favor y en contra. Algunos decían que lo que había que hacer era no dejarles volver a entrar, otros que para poder residir en otro país deberían renunciar a su nacionalidad.
Entonces me di cuenta de que todo está justificado, a fin de fiscalizar a todos y cada uno de los individuos. Si el dinero está en buenas manos y el discurso democrático es lo suficientemente edificante, nadie pondrá pegas. El fin último es poder pasar de las manos del ciudadano a las manos del Estado la mayor cantidad de dinero.
Llegó el patriotismo de Estado
¿Quién eres tú para llamarte patriota si abandonas el país? ¿Quién eres tú para llamarte patriota si abandonaste el país para pagar menos impuestos?
Yo le contesté: mi patriotismo es con la patria; con la gente, el clima, la comida, los paisajes, pero no con el Estado. Si un político decide quedarse con el 80% de mi salario y yo no quiero pasar por ahí y decido irme, ¿he dejado de ser patriota?
Me contestaron: es un ejemplo exagerado! Además, todo se consensúa democráticamente.
Una persona que abandona el país por motivos de confrontación política no es patriota.
Entendí que el patriotismo sólo puede ser de Estado.
Y también llegó el control y la idea de Estado Global
Si una persona se va a Andorra para pagar menos impuestos, el problema no somos nosotros, es Andorra. Este tipo de países tienen una fiscalidad tan baja porque son parásitos de los verdaderos Estados. Debería haber un sistema de tributación global, para que nadie pueda escaparse del pago de impuestos; para que a nadie le salga rentable irse del país.
Entonces me di cuenta de que se estaba planteando un Estado Global. Un Estado Global con el fin de fiscalizar a todo el mundo mucho mejor. El dinero siempre estará en mejores manos si está en manos del Estado. El Estado DEBE controlar todo el dinero. La competencia fiscal es mala.
El dinero en buenas manos
El dinero se convirtió, casi de manera mágica, en un recurso bondadoso y deseable para cualquier Estado, y un fruto de explotación capitalista y apropiación deleznable y fiscalizable para cualquier individuo. Si el dinero está en manos del Estado, mejor. A fin de fiscalizar cada céntimo y poner en manos del Estado cualquier recurso, todos los medios se hacen legítimos. Los tributos se multiplican con el paso de los tiempos, las empresas, los trabajadores, los consumidores, los ahorradores, los inversores, los pensionistas, los servicios: todo el mundo paga. Continuamente se están creando nuevos impuestos y aumentando los anteriores.
Cualquier medida política se reduce a lo mismo: tributos para el Estado.
¿Es el desempleo un problema grave? Sí, pero no importa, porque el paro se pagará con el dinero de los impuestos a los ricos.
¿Es el acceso a la vivienda un problema grave? Sí, pero no importa, porque vamos a fiscalizar más a los propietarios.
¿Son las pensiones un problema estructural? Sí, pero no importa, porque aumentaremos la presión fiscal de los trabajadores para poder pagar pensiones.
Entonces me di cuenta de que el dinero en manos de los invididuos está mal gestionado. El dinero debe estar en manos del Estado; cuanto más, mejor.
La democracia lo es todo
La democracia es un sistema político tan legítimo que nadie duda de estas ideas, si éstas progresan por medios democráticos. Quizá al principio haya reticencias, pero se apagan con el tiempo. Se usa a la democracia como un fin y no como a un medio. Cualquier decisión democrática será justa puesto que el sistema es justo: procedimentalismo puro. Incluso en la sociedad polarizada de hoy en día, incluso a sabiendas de que los políticos no tienen un discurso representativo, sino edificante. Las élites edifican, el ruido de los votos inútiles de todos los votantes irracionales ensordece la calidad democrática. Pero todo es legítimo, todos somos iguales, una persona un voto, la democracia es justa, los resultados lo son.
Se habla de democracia. Los políticos definen la democracia, se apropian del término, lo vacían y lo rellenan con chascarrillos ideológicos. Se tacha a los medios de comunicación de no ser democráticos cuando les interesa, si es que acaso se puede "democratizar" a un medio de comunicación. Sí: todo es democracia porque la democracia es buena, es el fin último de la historia. Todo debe ser democracia y todo debe ser democratizado.
Comprendí que la democracia es importante y el sistema final de la historia, pero aún más importante es la misma palabra "democracia" en el discurso político.
El Estatismo está en auge
El peso de los modernos Estados-Nación nunca había sido tan grande en toda la historia de la humanidad, y la propia naturaleza de ellos hace que sigan creciendo más. La legitimidad del sistema democrático, gracias a una absoluta irracionalidad de los votantes y los discursos edificantes de las élites, hacen que el auge del estatismo no tenga ningún tipo de freno de emergencia.
La fiscalidad es uno de los pilares básicos de un Estado-Nación moderno. Desde el estatismo, se transmite a la sociedad la idea de que el dinero está mejor en manos del Estado que en manos de los ciudadanos. Con la excusa de aumentar impuestos a los ricos, siempre acaban aumentando los impuestos al grueso de la población.