“La corrupción normalmente se esconde, pero en Galicia se exhibe con orgullo. Humilla y atropella a lo que la rodea”. El arquitecto Carlos Quintáns habla con hartazgo. Explica que no se actúa contra la depravación haciendo leyes que la impidan, cumpliendo las que existen o no permitiendo que estas se varíen sin sentido. Esa dejadez ha terminado por desproteger el territorio, ha hecho estragos en buena parte del patrimonio arquitectónico y está aniquilando la tradición constructiva.