Muchas veces cuando volvía a casa después de una dura noche de fiesta intentaba hacerme la denominada paja tonta, cuantas veces me despertaba mi madre durmiendo con el aparato en la mano.
Aunque me parece la excusa más surrealista que existe como asalariado, soltero, y sin hijos me siento cada día más como el único panoli que termina pagando el pato.
No conservo ningún documento gráfico, pero puedo afirmar que en la casa de mi mejor amigo había fundas de ganchillo individuales para cubrir las bombonas de butano.