Carlos Vermut, presunto agresor sexual

El diario El País ha publicado recientemente el siguiente artículo, en el que tres chicas acusan al director Carlos Vermut de haberlas agredido sexualmente, comenzando así lo que algunos medios ya han empezado a denominar el #Metoo español.  

Huelga decir que la vida pública y laboral de este director acaba de quedar completamente destruida desde el mismo momento en el que se publicó el artículo que a continuación pasaremos a analizar, por lo que antes de sumarnos a ningún linchamiento público, deberemos analizar los hechos publicados detenidamente.

En primer lugar, se deberá tener en cuenta que no existe ninguna denuncia, y por lo tanto, ningún proceso judicial abierto. De este modo, todo lo que podamos leer al respecto, por muy verosímil (o no), que nos pudiera parecer, no podrá tener el valor de “hechos probados”. En este sentido, el “principio de caridad” nos sugeriría que si realizamos algún juicio de valor contra una persona sin pruebas objetivas, antes deberíamos conceder a la situación que se juzga el marco interpretativo más favorable hacia el acusado.

Testimonio 1. Mayo de 2014. Madrid

El 8 de mayo de 2014, una mujer quedó con un amigo para ir de fiesta en el Picnic, un pub de Malasaña, donde se encontró con Carlos Vermut y otros cineastas. Vermut, en ese momento, estaba en ascenso como director de cine de autor. La mujer trabajaba como falsa autónoma, y su jefe era amigo de Vermut y colaborador en un proyecto futuro del cineasta.

Durante la noche, comenzaron a flirtear sintiéndose impresionada por el hecho de que alguien del estatus de Vermut se fijara en ella, y terminaron yendo a la casa de la mujer. Sin embargo, una vez dentro, Vermut la agredió físicamente, estrangulándola y ejerciendo violencia. La mujer, asustada, intentó resistirse, pero se sintió incapaz. Después del incidente, ella le pidió que usara un preservativo, cosa que él no hizo. Finalmente, Vermut se fue sin preocuparse por lo sucedido.

La mujer, confundida y traumatizada, compartió la experiencia con una amiga a través de mensajes de WhatsApp esa misma noche. En un fragmento de la conversación, calificó la experiencia sexual como “una puta mierda”, describió la agresión y mencionó que Vermut intentó forzarla. A la mañana siguiente, habló con otra amiga del mundo cinematográfico sobre el incidente, mencionando heridas genitales, pero decidió no denunciarlo por temor a las conexiones y reputación de Vermut en su entorno laboral y social.

Sin embargo, en lo que se podría calificar como un “giro inesperado de los acontecimientos”, la chica también afirmó que después de esta supuesta violación:

Nos acostamos otras veces, de forma esporádica, a lo largo de un año y medio. Nunca fue como la primera vez, aunque siempre hubo forcejeos y violencia en el sexo. Él solo se excitaba así. Y yo, estúpidamente, llegué a creer que eso era salvaje, que estaba bien. Ahora no me reconozco en esa persona. Creo que estaba negando lo que pasó y de alguna forma intentando hacer como que eso no me había ocurrido, porque fui consciente mucho tiempo después. No recuerdo cómo terminó. Simplemente, ya no nos vimos más.

Recapitulemos los “hechos”: una chica es agredida sexualmente por un director de cine al que idolatraba, con el que no mantiene relación afectiva, laboral, o de dependencia de algún tipo; sucedido el hecho, de manera voluntaria, decide volver a acostarse con él, en repetidas ocasiones, durante año y medio, siendo esos encuentros sexuales de una naturaleza dura y sintiendo que eso no era algo que estaba mal, hasta que un día su percepción en torno al asunto cambió.

Si se aplica una “perspectiva de género” a los hechos, la interpretación de la presunta violación sería algo similar a lo que relatan dos penalistas expertas en violencia de género en el artículo de El País:

Para enfrentarse al hecho de haber perdido toda la seguridad, muchas mujeres minimizan lo que les ha sucedido e intentan adaptarse teniendo, por ejemplo, más relaciones sexuales con sus agresores cuando son cercanos a ellas. El recurso de negación lo suelen utilizar las víctimas de violencias sexuales para mantener un poco la calma y recuperar la sensación de seguridad. También, en ocasiones, influye que temen represalias o consecuencias negativas si no normalizan lo que les ha pasado. El hecho violento es independiente de lo que ella o ellas decidan hacer después.

Sin embargo, partiendo de la premisa de que los hechos fuesen ciertos, si se aplicase el principio de caridad a los mismos, la interpretación podría ser la siguiente: “Vermut podría haber tenido una percepción errónea del consentimiento de la mujer en los encuentros sexuales; tal vez, desde su perspectiva, creía que estas interacciones eran consensuadas”. O también: “la mujer podría no haber sido lo suficientemente explícita en sus negativas o la comunicación entre ellos podría haber sido deficiente”. O quizás: “la mujer, considerando a Vermut una personaje de estatus y caché, y sintiéndose importante por tamaña conquista, decidió transigir en aquello que a otros hombres no les hubiese permitido”.

Testimonio 2. Mayo de 2016. Madrid

En mayo de 2016, una mujer de 21 años recibió un mensaje de Carlos Vermut (uno de sus directores favoritos) invitándola a tomar algo en las fiestas de San Isidro en Madrid. Él la elogió por su interés en el cine y le ofreció ayuda para ingresar en la industria cinematográfica. Ella aceptó la propuesta y se encontraron en La Latina para tomar cañas. Posteriormente, fueron al concierto de Nacho Vegas con amigos, incluyendo otro cineasta y dos jóvenes más. La noche continuó en el Café Berlín con un productor de cine y otras dos jóvenes.

Aunque ese encuentro fue uno de los pocos cara a cara con Vermut, las llamadas y mensajes personales aumentaron. Principalmente, discutían el guion de la película "Quién te cantará". Cuando ella dio feedback negativo, notó un cambio en la actitud de Vermut, volviéndose más borde. Luego, él la invitó a su casa para analizar juntos otra película.

En la casa del cineasta, después de ver la película, Vermut la besó y metió la mano entre sus pechos, rompiendo el enganche del sujetador. A pesar de su incomodidad, ella no reaccionó. Vermut, al notar su quietud, se levantó y empezó a gritar. Luego, él se fue a su habitación y comenzó a chatear con otra mujer para quedar. La mujer salió de la casa llorando y caminó rápidamente al metro. La última interacción fue a través de un correo electrónico en el que Vermut le preguntaba cómo estaba, a lo que ella respondió que no quería hablar más con él. Poco después, se dio cuenta de que él la había bloqueado en WhatsApp.

Recapitulemos los hechos: una chica de 21 años, que idolatraba a Carlos Vermut, tiene un encuentro en persona con el afamado director en las fiestas de San Isidro en Madrid; posteriormente, mantienen el contacto a través de Whatsapp y llamadas telefónicas, y días después el director decide invitarla a su casa para ver una película, tras la cual se abalanza sobre ella, la besa y le tira del sujetador llegando a romper el enganche de la espalda.

Si se partiera de la premisa de que los hechos relatados por la joven son correctos, una interpretación bajo perspectiva de género, señalaría que Vermut utilizó su estatus y poder para controlar y manipular a la joven, abusando de su posición para realizar avances no deseados como el beso y el tirón de sujetador.

Sin embargo, desde una interpretación caritativa, se podría sugerir que el incidente fue un malentendido, quizás agravado por la tensión emocional que el director estaba experimentando en ese momento. Podría argumentarse que Vermut, al recibir críticas sobre su trabajo, reaccionó de manera impulsiva y poco considerada, sin necesariamente tener intenciones maliciosas. Por otro lado, algunas personas pueden ser seductoramente torpes o bruscas en sus interacciones sin necesariamente tener la intención de causar daño.

Testimonio 3. De finales de 2019 a febrero de 2022. Madrid

Una mujer relata que conoció a Carlos Vermut a finales de 2019 y tuvieron encuentros sexuales durante casi dos años, caracterizados por prácticas violentas que asegura no consintió. Poco después de conocerlo la empresa para la que ella trabajaba se encargó del proceso de una de sus películas y entró en el equipo que iba a trabajar para él. La mujer describe encuentros con expresiones verbales y físicas denigrantes, sintiéndose en desventaja e inferioridad. En febrero de 2022, describe una situación en la que Vermut la retuvo al intentar irse de su casa poniéndose delante de la puerta y diciéndola “no puedes dejarme solo”. Al día siguiente, recibió un mensaje donde él daba por terminada la relación, alegando incomodidad debido a su supuesto consumo excesivo de alcohol.

Si los hechos son ciertos, desde una perspectiva de género se podría argumentar que al mantener encuentros sexuales caracterizados por prácticas violentas que la mujer asegura no consintió, Vermut ejerce un comportamiento abusivo aprovechándose de su posición de poder y superioridad. La relación laboral posterior complicaría aun más la dinámica creando un entorno donde la mujer se sentiría en desventaja.

Desde una perspectiva caritativa, es posible considerar que Vermut, aunque podría ser bruto o tener poco tacto en su manera de abordar las relaciones íntimas, no necesariamente se comportaría como un agresor sexual. La mujer podría haberse sentido cohibida o intimidada por la posición de Vermut en la industria cinematográfica y por su idealización hacia él, lo que podría haber influido en su incapacidad para expresar claramente su desacuerdo con las prácticas sexuales, las cuales decidió mantener durante dos años a pesar del nivel de malestar. Si hubiese sido explícita ella podría haberse ahorrado los malos tragos y el director este escarnio público.

El testimonio de Carlos Vermut

El diario El País también recoge las declaraciones del director español en una entrevista realizada al medio. El cineasta responde a las acusaciones de agresión sexual, negando haber sentido la necesidad de agredir a alguien y afirmando que no le excitan ese tipo de prácticas, a menos que la otra persona esté de acuerdo. Niega haber arrancado prendas a alguien sin consentimiento, explicando que su comportamiento depende del contexto, y admite que le gusta el sexo duro, pero de manera consensuada.

El veredicto

Bajo un prisma feminista el veredicto es inapelable: culpable de agresor sexual bajo el agravante de machista y abuso de poder; sin embargo, desde una perspectiva escéptica el veredicto si quiera llegaría a ser posible. Dado el caso de que los hechos sucedieron años atrás —y como sabemos gracias a la psicóloga Elizabeth Loftus y sus experimentos, los recuerdos pueden ser modificados, influenciados e incluso creados mediante la sugestión—, que dos de los testimonios de las presuntas víctimas contendrían incongruencias (relaciones sexuales traumáticas a las que se accede voluntariamente durante meses o años), que ninguna de las presuntas víctimas haya presentado denuncia formal, que las declaraciones del acusado contradigan a las de las denunciantes…, se abre un complicado panorama para llegar a un veredicto definitivo desde el sofá de casa.

En la sociedad actual, marcada por movimientos como el #MeToo, es crucial abordar las acusaciones de manera seria y reflexiva, evitando caer en la tentación de un linchamiento público sin pruebas contundentes. La aplicación del "principio de caridad" se vuelve esencial, considerando que las interpretaciones pueden variar y que las personas involucradas merecen una evaluación justa de los hechos.

La función del artículo

Pareciese que fuese algo innato a los seres humanos el realizar linchamientos públicos con la intención de castigar socialmente al hereje y saciar la sed de venganza del pueblo. Para los medios de comunicación siempre es estimulante ofrecer al público hambriento un escándalo de una personalidad pública, y al feminismo siempre le resultará excitante poder advertir a los machotes lo que les ocurrirá si se pasan de la raya, a la vez que nos recuerdan el estado de indefensión continuo en el que vive la mujer.

Sin embargo, el problema radica en que los testimonios acostumbran a aparecer antes de los procesos judiciales, y los veredictos populares antes de las pruebas. Por supuesto, huelga decir que si bien estos circos se espera que tengan una función persuasiva para la ciudadanía (especialmente para ellos), nadie acostumbra a ejercer acción educativa sobre ellas, por ejemplo, persuadiéndolas para que digan que no de forma clara y no consientan por agrado o ambición personal algo que no desean, rompan el contacto con la persona, o denuncien. 

En definitiva, es posible que Vermut sea un tipo rudo y con poco tacto con las mujeres, pero eso no le convierte ipso facto en agresor sexual ni justifica una caza de brujas en su contra. En ocasiones, estos sucesos acostumbran a ser más complejos de cómo se nos plantean. Es posible que ni siquiera un juicio llegase a aclarar los hechos, pero si ni siquiera este lo consiguiese, mucho menos lo harían unos testimonios. Y si alguien juzgase a Vermut, no por agresor sexual, sino por comportamientos "indecentes", piénsese en cuántos comportamientos indecentes podrían tener las actrices del cine español, o cualquier persona, y si serían objeto de escarnio público.