Trabajo en un medio provincial impreso. No son buenos momentos para la profesión, pero ahí fuera hacemos nuestro trabajo. Estamos cansados, los Ayuntamientos nos torean y nos saturan con notas de prensa que parecen desquicias del poder. Cobramos poco, se nos desprecia. Pero, a veces, muy pocas, sentimos que merece la pena. Cada vez somos menos. Y aún somos tan imbéciles de creer en lo que hacemos. El periodismo local es muy importante. A la gente le importa lo que tiene más cerca. Por cada Ana Rosa Quintana, por cada Marhuenda, por cada cámara de eco recalentada, hay decenas de periodistas que todos los días se despiertan con la ilusión de contar una historia. En Londres, en Madrid y en Villanueva del Trabuco. Tengo colegas irreprochables y hundidos que siempre han respetado el código. El buen periodismo es gentil, anónimo, respeta los hechos ( la verdad, amigos, es otra cosa) y consiste en escuchar, tener buenas piernas y digo yo que un poco de humanidad. Y sí, es el mejor oficio del mundo. Y de qué otro modo íbamos a estar aquí hablando de-lo-que-pasa.
Se non è vero, è ben trovato. Una conspiración lenta y creíble. Pero es cierto, el Madrid de los ochenta y primeros noventa era rojo. Inmediatamente, he recordado el delirante paseo en carruaje por Londres de William Gull en From Hell. La magia, según Alan Moore, es simbólica. Aunque no sea cierta, esta hipótesis merece que lo sea.
Un fotógrafo excepcional y, además, se las sabe todas. Hablé con él la pasada primavera y me contó dos cosas que me hicieron mucha gracia. La primera es que cuando empezó, reconoce, no tenía ni idea, pero sí arrojo. Él mismo ha confesado que en Jerez, donde empezó, sintonizaba con la emisora de la policía. No en vano Wee Gee es uno de sus referentes. Lo segundo: "En la guerra, tiro en automático. Si conoces la técnica, no pasa nada, porque no puedes perder un segundo en buscar la exposición". Se marchó dos días después a Ucrania. Una gran persona.
Creo que ya lo he contado. Hace unos años, cuando empezaba a emitirse Juego de Tronos, este quídam se las quiso dar de connoisseur. En una entrevista, llegó a decir que The Wire era una serie que no le gustaba porque, decía, "era demasiado episódica", un whodunit como Colombo, CSI, etc., explicaba con su sonrisa de filibustero. Creo que no hay que explicarlo. Si pudo mentir sobre un tema tan banal, imaginemos lo que hizo, hace y hará en provecho de todos nosotros, supuestos españoles.
Un bit de información en los ochenta era oro. Si querías aprender sobre cualquier cosa, no solo había que apoquinar, había que estar realmente interesado. La escasez no es creativa, pero echo de menos esos tiempos en que era mucho más difícil hacerse con una cinta grabada, un tebeo designado por tu interés, una peli. Lo que fuera. Y aquí estamos. Los coches aún no vuelan, pero vivimos una pesadilla sociológica. El Spectrum, los ZX, en cualquiera de sus iteraciones, dispararon mi imaginación. Muchos colonizamos la digitalización de forma pueril. Con los marcianitos, pero que me quiten lo jugado. El Spectrum era el futuro antes de que empeorara.
Nunca me alegraré de la muerte de nadie. Pero de este quídam, sí un poco. No puedo dejar de recordar lo que dijo sobre Angela Merkel, con esa boca atrabiliaria y chuloputesca: "Tiene un culo mantecoso e infollable". Qué malo debe de ser el poder, me digo. Y qué satisfactorio para quienes lo detentan. Conozco y conoceréis a gente mucho más valiosa, menos importante, menos rica, con humanidad cierta y verificable, gente que os acompaña cada día. Pobre hombre, pobrísimo. No merece la pena ni reírse de su pelo de muñeca, embetunado de insolencia. Se ha muerto. Eso es bueno. Y que lo jodan en el infierno, si existiera.