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«No soy un monstruo. Soy una máquina»: la voz de Mrs. Davis
Imagina un desierto de dunas y polvo, calor y aire detenidos. Una monja —hábito azul y blanco, la cruz de madera en el pecho, la mirada firme— acaricia el lomo de un caballo blanco. Hay también un ejército de rebeldes en un búnker subterráneo. Te encuentras en una parcela diminuta en Reno, Nevada. En el resto del mundo, multitudes, legiones de seres humanos llevan un auricular en el oído, a la espera de instrucciones, consuelo, soluciones. Les habla Mrs. Davis, la inteligencia artificial que guía las decisiones planetarias y urde los hilos de l
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