Hoy pregunta tú a la esfinge

Hoy pregunta tú a la esfinge

y no sigas más su juego,

hazte dueño del misterio

que no tiene más arcano

que el lodo con que se oculta,

que no guarda más secreto

que esos posos cenicientos

con olor a columbario

arrumbado en un desván.

Hoy pregunta tú a la esfinge,

pregúntale a dónde van

los pedestales sin nombre

devorados por el musgo,

los airosos frontispicios

orografiados de grietas,

las lápidas funerarias

que conservan sus plegarias

en solemnes inscripciones

que ni el cantero leyó.

Pregunta al bajorrelieve

si no conoce ese juego

de la imagen que es ausencia,

de la letra que se forma

donde ha faltado la piedra,

de la palabra que brota

donde nada importa ya.

Hoy pregunta tú a la esfinge:

que te cuente qué se hicieron

los diplomas y las leyes,

las actas de los concilios

y las charlas de café,

pregúntale dónde fueron

los amigos de la infancia,

dónde huyeron los carteros,

los sargentos, los bedeles,

las hormigas que peleaban

en un frasco de pastillas,

las llaves, las rebeldías,

las flores, los oropeles

de tanto disfraz de rico,

dónde escaparon las tardes

haciendo caligrafía

sobre cuadernos pautados

de blanca inutilidad, 

en qué pararon los libros,

los aplausos, los congresos,

las carreras, los afanes,

las verbenas, los diplomas

y los barcos de papel.

Hoy pregunta tú a la esfinge

y sabrás que los enigmas

son escudos, son murallas

para ocultar la tristeza

de ser un cero a la izquierda,

un acento circunflejo

en la mirada de un ibis,

un signo interrogativo

de una frase desertora,

abandonada en un punto

suspensivo por de más.