Todos tenemos en mente las viñetas de Calvin y Hobbes, en las que seguimos las aventuras de un niño de seis años y su tigre de peluche que tiene un humor un tanto sarcástico. Estas viñetas se publicaron en diversos periódicos entre 1985 y 1995, pero el autor de las mismas, Bill Watterson, se ha prodigado más bien poco desde entonces.
Watterson estaba en la cúspide de su carrera como dibujante cuando decidió poner fin a las historias de Calvin y Hobbes, pese a ser uno de los autores más apreciados del momento. Los seguidores de las tiras del niño y el tigre más famosos del mundo se quedaron un poco huérfanos, aunque las viñetas no han dejado de editarse con distintos formatos. Eso sí, nunca se ha dado permiso para realizar merchandising con sus personajes ya que el autor se ha negado en redondo al entender que esto “devaluaría a sus viñetas” (así que si veis camisetas, peluches o tazas sabed que son del todo piratas).
El final no tan inesperado de Calvin y Hobbes
En 1995 todo el mundo se sorprendió al conocer la nota en la que Watterson anunciaba el fin de las aventuras de Calvin y Hobbes. El 9 de noviembre anunciaba así que su última viñeta se publicaría el 31 de diciembre de ese mismo año:
“Finalizaré Calvin y Hobbes al final de año. No es una decisión reciente o fácil, y dejo las tiras con algo de tristeza. Mis intereses, sin embargo, han cambiado y creo que he hecho lo que he podido con mis limitaciones y los plazos de entrega diarios y los paneles pequeños. Me encantará trabajar en un ambiente más tranquilo, con menos compromisos artísticos.”
Los motivos a los que aludía el autor eran sobre todo relativos a los espacios que se le asignaban en los distintos periódicos y que impedían que sus tiras dominicales (más grandes que las que se publicaban de lunes a viernes) se vieran completas. La parrilla típica consistía en tres filas que se componían con entre seis y ocho viñetas en total, y que solía ocupar una página.
El problema era que, como sus viñetas se imprimían en varios periódicos diferentes, cada uno tenía una maquetación distinta y muchas veces se veía obligado a cortar la tira superior, por lo que el chiste que había en ellas debía funcionar de manera autónoma. Watterson protestó numerosas veces por la falta de respeto al espacio que se le asignaba los domingos y la manera en la que era tratado por la prensa.
El dibujante se tomó dos descansos en la década en la que publicó las tiras de Calvin y Hobbes, y fue durante el primero de ellos, entre mayo de 1991 y febrero de 1992, cuando consigue que su editor le garantice media página de los dominicales para publicar sus tiras. Este anuncio no fue muy bien acogido entre los editores, que tacharon a Watterson de divismo, pero lo cierto es que las viñetas mejoraron mucho gracias a la libertad adquirida. Además se dio la posibilidad de no publicarlas a media página, sino reducirlas de tamaño para ajustarse a sus requerimientos aunque no ocuparan media página, pero sin recortar ninguna viñeta. Así lo contaba él:
“Los aullidos de ultrajados editores me han convencido de que la tira dominical más grande mejoraba estéticamente las tiras de los periódicos, e hizo que fueran más divertidas para los lectores. Las tiras cómicas son un medio visual. Una tira con mucho dibujo puede ser apasionante y aportar algo de variedad. Estoy orgulloso de haber sido capaz de dibujar una tira grande, pero no creo que eso pueda suceder otra vez en un futuro cercano. En el negocio de la prensa el espacio cuesta dinero, y sospecho que la mayor parte de editores creen que la diferencia no compensa los costes. Desgraciadamente es el pez que se muerde la cola: ya que no hay espacio para mejoras gráficas, las tiras no son más que simples dibujos y si son simples dibujos, ¿para qué necesitan más espacio?”
Un retiro no tan misántropo como el de otros autores (te miramos a ti, Salinger)
Tras la finalización de las tiras de Calvin y Hobbes, Watterson se retiró a su ciudad natal, Chagrin Falls en Ohio. Pese a que hubo varios intentos de dar con él por parte de periodistas que buscaban una exclusiva fácil, no tuvieron suerte y poco se sabe de su vida tras acabar el trabajo.
Watterson no solo ha salido a la palestra (tímidamente, eso sí) cuando se han publicado las reediciones de sus cómics. También hemos podido ver sus trabajos en momentos tan dispares como cuando publicó tres tiras suyas en el Washington Post, en el espacio que le prestó el dibujante Staphan Pastis o cuando diseñó el cartel del documental Stripped, sobre la vida de los viñetistas en el siglo XXI.
Sabemos que sigue pintando, sobre todo al óleo, aunque solo hemos podido ver uno de sus cuadros, en el que aparecía Petey Otterloop, uno de los personajes del cómic Cul de Sac, cuyo autor padece la enfermedad de Parkinson. Watterson envió este cuadro a la fundación llamada como el cómic que lo subastó para recaudar fondos para luchar contra esa enfermedad. El cuadro fue vendido por 13.000 dólares.
Volvemos a tener noticias suyas en 2014, cuando el Salón del Cómic de Angulema, uno de los más importantes del mundo, le concede el Gran Premio de aquel año, en reconocimiento a su carrera (vaya, básicamente a Calvi y Hobbes). Por supuesto no se presentó a recogerlo pero accedió a dibujar el cartel “porque sonaba divertido”.
No sabemos si Watterson volverá con nuevos comics, pero sí ha dicho en varias ocasiones que no retomará la historia de Calvin y Hobbes. Lo que sí que sabemos es que, allá donde se encuentre, sigue dibujando cada día y que hoy estamos un poquito más cerca de volver a ver sus obras y de disfrutar de su sentido del humor.
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