Hace pocos días se me acercó un voluntario de una conocida secta de las que salvan tu alma contrarrebolso. Me tendió una pequeña hoja de papel que me recordaba que sólo usamos un 10% de nuestro cerebro y que por un módico precio me podían enseñar a usar más, como quien va al fnac a que le pongan más memoria a su ordenador. El hombre se quedó tan contento, mirándome como si me hubiera hecho el favor de mi vida.
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