José Bono debería tener cuidado: las visitas las carga el diablo, a los dictadores, también. Uno acude una tarde a palacio a charlar con un viejo líder, un socio comercial preferente, un amigo de toda la vida, ya sea en Túnez o en El Cairo, y de repente, por unas simples algaradas callejeras de nada, descubre que Ben Ali o Hosni Mubarak son unos dictadores que violan los derechos humanos, vacían las arcas y torturan a los opositotes.Es muy duro; después hay que dar la cara ante los medios y decir lo contrario de lo que se decía antes...
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