Avivar el fuego contra los emigrantes, a los que necesitamos si verdaderamente queremos que nuestro país siga siendo competitivo, denota no sólo que algunos piensan más con las vísceras que con el cerebro. Equiparar como hacen algunos, emigración con delincuencia, es un disparate que puede pasarles factura. Alguien se imagina lo que sucedería si todos los emigrantes se pusieran un día, un solo día, en huelga porque están hartos de que se les denigre, de que se les insulte, de que se les compare con delincuentes de baja estopa
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