La evocación republicana de abril debería ser en este 2010 un estímulo de esperanza y de realismo para un país que asiste, todavía incrédulo, a la agonía del régimen de la Monarquía, carcomido por la corrupción y por la inepcia; incapaz, por ello, de dar respuesta a los graves problemas políticos y económicos de nuestra nación: un Estado endeudado, débil y fragmentado, dominado por
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