«Es que la odio, la odio», me comentaba mi amiga Isabel, pero también media humanidad. ¿Por qué se la aborrece tanto? «Es que me amenazan con continuos mensajes... que si llevo más peso, me lo cobran, que no se me ocurra llevar bolso de mano y bueno, si se me olvida imprimir la tarjeta de embarque antes de ir al aeropuerto pues toma, otros veinte euros». Cada semana se le ocurre algo tan escandaloso como prohibir niños en ciertos vuelos, cobrar por utilizar el cuarto de baño o ir prácticamente de pie durante el vuelo.
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