La mayor parte de los chinos nunca compra nada en IKEA. Pero algunos acuden a las tiendas cada mañana y permanecen allí hasta que cierran por la noche. Disfrutan del aire acondicionado durante el tórrido veraro mientras se echan la siesta en los confortables muebles en exposición. El personal de seguridad no les llama la atención porque la compañía ve a esta gente como futuros clientes. Puede que algún día vuelvan y compren algo.
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