A los griegos, ayer les parecía descabellado e imposible el cierre de su televisión pública. Tanto como a nosotros nos resultaría hoy la posibilidad de quedarnos con la pantalla de TVE en negro por un decreto del Gobierno. No se trata solo de que casi 3.000 trabajadores se vayan a la calle. Es un síntoma del peligro que corren las libertades democráticas, como la libertad de expresión. No les basta con el desmantelamiento del Estado del Bienestar, hay que acallar las voces de quienes lo cuentan.
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