En China, unos 20.000 cazadores de pelo recorren aldeas buscando a jóvenes que quieran vender un cabello que nunca se ha teñido, alisado ni ondulado. Luego acaba en fábricas donde se apilan millones de euros en coletas. Es fundamental discernir el tipo de mano de obra que hace esas extensiones. Hay fábricas donde los empleados están allí voluntariamente y cobran su salario, pero otra mano de obra es forzada, llega de campos de internamiento donde están retenidos miles de uigures. Y a veces el pelo lo han cortado a mujeres en esos campos.
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