En los alrededores de Jerusalén oriental –donde los palestinos aspiran a establecer la capital de su largamente pospuesto Estado–, Israel autoriza el establecimiento de más y más asentamientos judíos ilegales. A Tel Aviv le conviene que los sionistas más radicales vivan ahí: son su punta de lanza. Los colonos tienen carta blanca para hacer lo que quieran, desde arrasar los cultivos y matar al ganado de los palestinos hasta golpearlos a mansalva porque la protección de los árabes en esa zona es responsabilidad… del ejército israelí.
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