Las pocas casas que hay en pie están vacías y las calles ofrecen un aspecto desolador: sucias y llenas de grava, barro y todo aquello que el viento ha traído hasta el lugar. El único habitante de la zona parece ser un perro que pasa las horas entre una vegetación descuidada y cada vez más salvaje. Sin embargo, la estampa es de Casares Costa, la que estaba llamada a ser la digna sucesora de Marbella en cuanto a urbanizaciones de lujo y glamour.
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