Recuerdo el día exacto en que comprendí el poder de la propaganda rusa: fue el sábado 5 de abril de 2014 en la Plaza Lenin de Donétsk. Tomaba fotos de manifestantes prorrusos, cuando me rodearon cinco señoras bajitas y muy enfadadas. “¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿Qué has venido a hacer aquí?”. Chillaban por encima de su capacidad, como un motor a punto de explotar. Su discurso reflejaba al detalle las teorías manejadas por los medios pro-Kremlin: el golpe de estado nazi en Kiev, las maniobras de la CIA, la persecución de rusohablantes...
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