Grass se reprocha el no haberse hecho las preguntas que luego, de mayor, sí se hizo. «Un día desapareció uno de los profesores del colegio, pero yo no vi en aquello ninguna anomalía; otro profesor fue internado y luego volvió; tampoco me pregunté si había algo detrás». Y es que el escritor reconoce la fascinación que el Führer ejerció en miles de jóvenes.
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