Desde antes de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, el pueblo zoque del sur de México imploraba a sus deidades por una temporada de lluvia con un ritual que implicaba a los peces de la Cueva del Azufre y a la planta de Barbasco, una toxina natural para los peces. Michael Tobler y Gil Rosenthal han descubierto que algunos de estos peces han logrado no sólo desarrollar una resistencia a la potente toxina de la planta, sino también pasan sus genes tolerantes a sus hijos. Más:
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