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El voto de pobreza

Menos mal que la huelga es mañana. Si no, pronto descubriríamos que hay un sindicalista que tiene un iPhone, otro que pasó una semana con su novia en Nueva York y un tercero al que le gusta la gamba roja de Garrucha y el vino bueno. Vicios, por supuesto, incompatibles con la defensa de los trabajadores porque los sindicalistas son como los cartujos: ascetas mendicantes que sólo pueden comer en un restaurante con mantel una vez al año, cuando el patrón invita por Navidad.

| etiquetas: opinion , huelga
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