Invité a Barak Obama a tomar un café en el tradicional Café Tortoni, en la Av. De Mayo, en Buenos Aires. Llegó bastante agitado y preocupado desde Washington, dijo que la Casa Blanca está llena de fantasmas y que hay días que no puede dormir, que hacen mucho ruido y que por la mañana cuando va al Salón Oval, encuentra todo revuelto. Yo no creo en los fantasmas, pero que los hay, los hay.
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