Para el resto del mundo generalmente no se trata de escoger entre demócratas y fundamentalistas religiosos (eso sería demasiado fácil), sino entre militares despóticos (usualmente corruptos y asesinos) y fundamentalistas religiosos (casi siempre agresivos y peligrosos). Es una ingenuidad tratar de escoger entre gobernantes árabes “buenos” y “malos”. La alternativa es mucho más agónica.
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