La ciencia ha demostrado que los animales domesticados tienen cerebros significativamente más pequeños que los animales salvajes. Ya sea un perro contra un lobo, o incluso una trucha cultivada en comparación con la trucha silvestre, los cerebros de los animales criados por humanos son cada vez más pequeños. Las estadísticas son indiscutibles: los cerdos domésticos tienen cerebros un 35% más pequeños que los jabalíes, mientras que los gatos domésticos tienen un 30% menos de masa cerebral que sus homólogos salvajes.
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