Estábamos en una boda y vi como el “compadre” de mi papá se molestó porque mi amiga dejó de bailar con él. Él estaba ebrio y de inmediato mi amiga se me acercó y me dijo un comentario cualquiera, de inmediato intuí que el señor la había molestado, pero no dijimos nada en ese momento. Permanecimos en silencio.
¿Por qué no dijimos nada? ¿Por qué no lo evidenciamos? Lo único que se me ocurrió fue decirle a mi papá, ¡oye, el compadre ya está ebrio! Y fue a buscarlo. Pero me callé ¿por qué? Sigo cuestionándome.
Por la noche, al llegar a casa le pregunté a mi roomie -¿cómo te sentiste con la actitud del compadre?, me contestó -¡Ay amiga, no te lo quería decir pero me sentí muy incómoda, mientras bailábamos intentó tocarme! No supe qué hacer más que disculpar su actitud por su estado de ebriedad. No fue justo decirle eso y menos darle licencia al “compadre” por lo que hizo estando ebrio.
Al siguiente día, al platicar con un amigo sobre la fiesta, le comenté como se había sentido mi roomie. Me dijo -¡sí, sí me di cuenta que estaba muy insistente con ella!, pero ya, tampoco hizo nada. ¿Por qué no hacemos nada? ¿Por qué no los visibilizamos? ¿Por qué nos quedamos paralizados y actuamos sólo como observadores?
En ese caso, mi amigo debió ponerle un alto al compadre o acercarse a mi roomie para que este hombre se alejara y yo debí decirle a mi papá la situación tal cual. Creo que en el tema del acoso todos debemos estar unidos y crear redes de apoyo para que la víctima se sienta segura y protegida y no tenga que estar ocultándose para que el otro deje de buscarla incluso mirarla. Deberíamos hacer un pacto como sociedad para visibilizar a los acosadores y proteger a la víctima cuando se encuentre en una situación de acoso u hostigamiento sexual.