En medio de internet, de las redes sociales, de la mensajería… lo habitual es que te llegue, junto a mil cosas más, una frase o pequeño video motivacional a nuestro móvil o correo. Ese famoso “meme” que por unos instantes tendrá ese efecto de lograr sentirte mejor. Es algo parecido a lo que pasa con un chiste pero con un efecto más “trascendental”, porque piensas que estás viendo algo enriquecedor, serio o incluso con la chispa que necesitabas para replantearte tu futuro.
Es indudable que esas frases famosas, donde Paulo Coelho quizás sea su máximo exponente, en el momento adecuado puede causar ese “chute” de energía necesario, esa brizna de esperanza que siempre necesitamos en el día a día debido al cansancio, la falta de autoestima, los problemas, etc.
Incluso hay chistes con esas frases motivacionales y que conllevan el efecto doble o triple, ya que en ese momento somos por un momento conscientes del poder colectivo que han adquirido esas “golosinas para el cerebro”.
Pero (como no, siempre hay un pero) no dejan de ser eso, algo dulce que en su momento nos sabrán muy bien pero que en breve olvidaremos y que sus efectos no irán más allá del momento posterior a su lectura o visionado. Por supuesto que cuando las vemos nos sentimos como iluminados y nos resultará imposible no compartirlo con los demás porque, como frases bondadosas que son, nos hacen por un momento ser más generosos y acordarnos de los demás para que también tengan esa sensación. Incluso puede que las pongamos en nuestra habitación en grande como ese póster, foto o cuadro que en su momento nos encantó.
La pregunta es porque esas frases las necesitamos y las vemos una y otra vez en el sentido de porqué no terminan de enraizar en nosotros, porqué no nos hacen cambiar aunque sea un poco de verdad. Quizás solo nos conformamos con el efecto instantáneo que tienen y seguimos con nuestra vida. Quizás porque son bonitas, y como digo, a quién no le amarga un dulce, o quizás porque no las reflexionamos, y menos todavía las interiorizamos.
Quizás el efecto sea tan consciente en nosotros que el cerebro lo toma y lo deja marchar, como cuando vemos una serie que nos gusta, una película de acción o una comedia. Durante esos instantes nos sentiremos mejor, pero será raro, y ahí están las grandes obras de arte, que resurgen en nuestras cabezas después de haberlas visto, hasta de forma insconsciente o en sueños.
Las frases, los libros o cualquier expresión humana o de la naturaleza que nos harán cambiar de verdad son aquellas que se quedan en el subsconciente, que se quedan grabadas en nosotros sin quererlo, en el momento menos pensado. También esa misma consecuencia puede tener efectos nocivos o perturbadores. Nuestro cerebro no es inmune a todo lo que proviene del exterior y su caso más evidente son las experiencias traumáticas, aunque no haga falta llegar hasta allí. Tampoco por ver u observar algo perverso vamos a volvernos “malos” o enfermos, ya que también lo negativo, y menos mal, como pasa con las cosas buenas solo tocan lo consciente momentáneamente y se van la mayoría de las veces.
Solo las experiencias constantes o muy poderosas podrán llegar a cambiarnos de verdad. Y respecto a las obras de arte, los libros, etc. Muy pocas tienen ese poder, y ahí están las conocidas por todos que no quiero nombrar para no crear debates innecesarios y dejar su “poder” para otro momento. Luego están las que personalmente nos afectarán solo a nosotros por la causa que sea. De ahí el debate de las películas, libros, obras de arte… que si son buenas o malas, etc. Ahí es donde entra toda nuestra experiencia y expectativa personal.
Que hay personas que conocen este poder y se enriquecen o lo intentan conscientemente, por supuesto que las hay. Solo basta mirar una estantería de los famosos libros de autoayuda para ver la innumerable cantidad de autores que hay.
Que hay personas que transmiten todo esto que quiero contar aquí con su vida y con sus obras también los conoceréis, sea el ámbito o en la forma que más valoréis.
Al menos siempre nos quedarán las grandes o pequeñas creaciones que nos harán cambiar, o al menos sentir nuestra naturaleza humana, que son como esos buenos potajes que alimentan de verdad, pero también es verdad quién no le dice que no a una golosina en el momento oportuno.
Y hasta aquí la reflexión sobre el alimento de “nuestro de alma y de nuestro ser” para no caer en los tópicos o en historias ya contadas por otros, que con mucha mayor maestría os lo explicarán mejor, y que seguro ya conoceréis. Y si no las conoces pues ahí tienes internet y menos mal, las ventajas del siglo XXI, al menos por ahora. Siempre nos quedarán las grandes despensas como las bibliotecas o con el nombre que tengan.