"El comportamiento de dominación es la tendencia a aceptar voluntariamente la autoridad de un tercero y sus aliados, el Estado y los gestores del sistema. Pero también es la tendencia de los más poderosos a utilizar cualquier medio para mantener su autoridad. Todo esto se manifestó con fuerza en la crisis de Covid-19 y se sigue manifestando en la crisis actual.
En las situaciones de catástrofe que sacuden a la sociedad, ya sean "naturales", como un terremoto, o provocadas por el hombre, como una explosión nuclear, existe una tendencia espontánea a que los individuos busquen ayuda del Estado y se pongan bajo su autoridad. Este aparato, situado en la cúspide de la jerarquía social, que se supone que representa los intereses de la comunidad, es el único que dispone de los medios materiales, humanos y organizativos para hacer frente a la situación.
En este caso, en general, las poblaciones se sometieron rápidamente a las medidas excepcionales impuestas por los Estados. Los gobiernos de todo el mundo aprovecharon la situación para multiplicar las medidas de control de la población y suprimir las pocas libertades individuales que quedaban. Más aún cuando la pandemia entró en una situación en la que se estaban produciendo luchas sociales masivas: Chile, Líbano, Hong Kong, Irak, Argelia y Francia.
El régimen chino, cuyo totalitarismo burocrático fue en parte responsable de la propagación inicial de la pandemia (semanas de represión de las primeras denuncias en Wuhan), intenta presentarse como un modelo de autoritarismo y rigor con el que gestionó Covid-19. Las medidas de control de la población se han ampliado e intensificado hasta niveles sin precedentes, incluyendo el uso de sistemas de reconocimiento facial y la aplicación automática de sanciones por infracción de la normativa estatal.
Del mismo modo, el presidente Duterte en Filipinas ha autorizado a sus fuerzas policiales a disparar a las personas que se resisten demasiado a las medidas de contención. O el caso de Viktor Orbán en Hungría, que aprovechó para otorgarse poderes excepcionales por tiempo indefinido.
La crisis económica que acompaña a la crisis sanitaria tendrá efectos devastadores. No afecta a todas las clases sociales por igual. Se han perdido miles de puestos de trabajo en Airbus, Air France, etc., por no hablar de los subcontratistas. Algunas estimaciones prevén que el número de muertes causadas por la miseria inducida por la crisis económica superará el número de muertes debidas a la pandemia, especialmente en los países más pobres. Los ataques a las condiciones de vida de las personas superarán a la propia pandemia, porque la crisis económica no es producto únicamente de la pandemia. Mucho antes de la pandemia, se acumulaban las señales de otra gran recesión, más grave y destructiva que las de 2008. Los gobiernos tratarán de culpar al coronavirus, cuando en realidad se trata de una nueva fase por las contradicciones y el absurdo del sistema que dirigen. Pero esto probablemente no será suficiente para limitar la movilización social. La combatividad social que reverberaba antes de la pandemia debería reanudarse, rompiendo con las tendencias de sumisión voluntaria impuestas por las necesidades sanitarias. El espíritu del chaleco amarillo sigue presente.
También vemos que la gente confía cada vez menos en los políticos y que los índices de abstención están subiendo a niveles récord. Si esta abstención no se traduce en un aumento de la combatividad de la clase trabajadora, es de temer que la extrema derecha capte el descontento social y, aunque sea minoritaria, pueda llegar al poder. Lo vemos en el sur, con una presencia ganadora en Perpignan, Fréjus, Béziers... pero también en el norte de Francia y en el este.
Esta extrema derecha utiliza la xenofobia imperante. Entendido como el rechazo a los extranjeros y a todo lo que viene de fuera, se ha manifestado de varias maneras, la más evidente es el nacionalismo. El nacionalismo se basa en la creencia de que las demás naciones son secundarias o enemigas. Mi país primero" - Mi país primero. Este es el espíritu de Trump: 'América primero'. Los países europeos no se quedan al margen.
La gestión de las crisis, que tiene una dimensión global, se ha visto y se sigue viendo constantemente obstaculizada por la incapacidad de los Estados para cooperar, atrapados en la defensa de sus propios intereses en detrimento de todos los demás. Algunos ejemplos son especialmente espectaculares, como la retirada de la primera potencia mundial de la Organización Mundial de la Salud o la total incapacidad de la Unión Europea para conseguir que sus 27 naciones actúen juntas. Queda por ver lo que conseguirá el plan de recuperación económica bajo el liderazgo de la pareja franco-alemana.
Los gobiernos de Estados Unidos y China compiten en un discurso nacionalista xenófobo y lo utilizan para adoctrinar a sus ciudadanos. Es un espíritu beligerante el que prevalece. India no es rival para este nacionalismo desenfrenado.
A otro nivel, en algunos países se ha producido xenofobia contra los chinos o las personas de origen chino. En París, algunos chinos llevaban un cartel para defenderse que decía "No soy un virus". Todo esto parece aún más absurdo si se tiene en cuenta que la humanidad dispone hoy de medios extraordinarios y sin precedentes para informarse, comunicarse y cooperar a escala mundial.
El mecanismo del chivo expiatorio se asocia a menudo con la xenofobia, pero tiene sus propias características específicas: es una práctica para desviar la hostilidad latente de un grupo hacia alguien, algo o un grupo de personas. Hace tres cosas al mismo tiempo:
- para proporcionar un objetivo para la liberación de la hostilidad existente;
- crear o mantener la unidad del grupo permitiendo a sus miembros actuar, odiar, castigar juntos;
- transferir la responsabilidad de una situación perjudicial a un "chivo expiatorio" para ocultar mejor las verdaderas responsabilidades.
En este caso, el virus ha desempeñado este papel maravillosamente. Los gobiernos le echan constantemente la culpa de lo que en realidad es producto de la lógica capitalista, la codicia y la incompetencia irracional de sus dirigentes.
Los seres humanos son animales sociales, pero también son individuos cuyos intereses no son necesariamente idénticos o compatibles con los de otros individuos, aunque sean miembros del mismo grupo. Toda su existencia se enfrenta a la gestión de una posible contradicción entre lo individual y lo colectivo. La coherencia de cualquier organización humana depende de su capacidad para gestionar esta contradicción y neutralizar su capacidad explosiva.
Tres lecciones parecen indispensables para un resultado positivo.
Durante la pandemia, se criticó mucho el absurdo de dar prioridad a la "economía" en detrimento de la salud, al igual que todos los gobiernos que, durante más de treinta años, han devastado los sistemas sanitarios en nombre de la rentabilidad "económica". De hecho, es el absurdo del sistema capitalista que condiciona todo a la rentabilidad financiera en detrimento de las necesidades humanas más básicas. Esta es la primera lección: no hay una salida real sin romper la lógica mortal del capitalismo.
La segunda se refiere a la dimensión global de los problemas y, en consecuencia, a la dimensión global de las soluciones para resolverlos. Comprender que la "unidad de grupo" representa para el hombre la unidad de toda la humanidad, con todas sus diferencias, y con la conciencia de ser un animal social en el mundo entero. Esta conciencia que ningún otro animal puede poseer.
Por último, pero no menos importante, la certeza de que somos capaces de sentir empatía, simpatía, solidaridad activa y autoorganizada con nuestros semejantes, en contra de la ideología de un sistema basado en el egoísmo y la codicia. Está en nuestros genes. Las numerosas y variadas formas en que esta realidad se ha materializado durante la actual crisis se han limitado, por necesidad, a escalas limitadas. Imagina lo que se podría hacer si, con estas mismas convicciones, el 99% de la población mundial (como decía el movimiento Occupy en Estados Unidos en 2011) se apoderara de todos los resortes de la vida económica y social, si consiguiera apoderarse de los medios de producción, transporte, comunicación, organización, etc., para contrarrestar al 1% que gobierna y se beneficia del orden establecido. No sólo podríamos hacer frente con eficacia a los nuevos ataques virales que se repetirán, sino también y sobre todo detener el rumbo que nos está acelerando hacia una catástrofe ecológica irreversible. Podríamos construir por fin un mundo que, por primera vez, haga de la felicidad humana el objetivo, la brújula de nuestra vida social.
FUENTE: Groupe Libertaire Jules-Durand
Traducido por Jorge Joya
www.socialisme-libertaire.fr/2020/07/le-but-de-l-anarchisme-c-est-le-b