Seguro que esta escena te resulta familiar: después de haberte perdido por los pasillos del supermercado tratando de encontrar el paquete de azúcar, que lo cambian de sitio cada dos por tres, se acerca el glorioso momento de pasar por caja. Ante tus ojos, un panorama desolador. Cuatro líneas abiertas y cuatro colas de gente ansiosa que, como tú, desea salir del laberinto. Decides situarte en la que, aparentemente, está menos llena. Solo tienes que esperar tres turnos y parece que va rápido…