Ríanse ustedes de los decapitadores del IS -o de los guillotinadores de la Francia de 1793- o de Messi infiltrándose con la pelota en los pies en el área rival: no hay situación que provoque más pavor entre la gente que estar en la cola del Club Berghain de Berlín y ver cómo poco a poco llega tu turno. Rodillas temblorosas, canillas flojas. Porque no se trata sólo de esperar: se trata de ver cómo la cola se adelgaza porque Marquardt ha decidido que el 90% de la gente que está esperando no va a entrar. Por sus santos cojones.