Mis amigas y confidentes jóvenes me confiesan otra preocupación que las tortura después de la de saberse engañadas por sus parejas. La torpeza que muestran, ya enamorados, en las lides de la sexualidad. Torpes y egoístas, me dicen. No todos, añaden, pero sí la mayoría. Ellos son tan machotes, lo saben todo, y lo realizan todo rápida y bruscamente, sin tener con su pareja la delicadeza y el juego previo que toda mujer desea. Y eso después de presumir de conquistadores y expertos.