No había quien pudiera ganarle: como profesional sumaba 14 batallas, todas ellas invictas, 11 ganadas por la vía del knockout. Sus puños eran certeros, sus piernas rápidas, su condición física excelente para soportar una pelea entera sin sentirse exhausto. Su depurada técnica era herencia de su padre, Billy Collins, un púgil que había triunfado en el circuito profesional en los ya lejanos años 40 y 50. Sin duda, su hijo había heredado las facultades para este deporte y todo indicaba que iba a superarlo ampliamente.
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