(...) A mí una cosa que me llama la atención es que en los primeros años de la democracia la comunicación entre los dos frentes era mayor, y eso ocurría con un terrorismo de diverso tipo y una inflación galopantes. Había más miedo, claro, pero también voluntad de entendimiento. La gente se ha ido radicalizando hasta el punto de equiparar lo que está bien con lo que hace el que está de su lado. Si lo que cree que está bien lo hace el contrario, entonces concluye que está mal. Es un sinsentido. (...)