Lo que aquellos campesinos presenciaron aquella tarde les acompañaría el resto de sus vidas. Desarmados, incapaces de oponer la más mínima resistencia, vieron como, uno a uno, aquellos hombres cansados y desaliñados fueron obligados a correr cuesta arriba para, por la espalda, ser acribillados a balazos por aquellos heroes de la patria que llevaban la cobardía por galón y la barbarie por bandera.