Un vecino republicano de Gérgal heredó en su juventud una parcela de su padre en la Rambla del Carril. No quiso inscribir su finca en el Registro de la Propiedad para evitar la incautación durante la represión franquista, pero siempre permaneció anotada en el catastro inmobiliario y pagó religiosamente la contribución. En los años cincuenta emigró a Cataluña, como miles de almerienses que anhelaban un futuro mejor, y a lo largo de su vida nunca dejó de regresar a su pueblo natal al menos unos días por vacaciones, ni de abonar el impuesto de...
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