La razón nos dice que cuando a una solución acuosa de componentes sólidos se le añade agua se diluye todavía más. Pero resulta que no siempre es así. A veces, contra todo pronóstico, al echar más agua la disolución cambia de estado, condensándose y formando un gel. Un líquido al que se le echa el mismo líquido se convierte en sólido: no es magia, es química.
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