En Japón asear y arreglar a los cadáveres es todo un arte. Sayuri Takahashi se arrodilla con gracia junto a una mujer inmóvil, le toma un brazo, luego otro, las piernas … y la viste a la luz de velas artificiales. A sus 27 años participó en un concurso de especialistas en el arreglo y vestido de los muertos antes de las exequias y la incineración, una profesión en declive en las grandes ciudades japonesas, y en menor medida en los pueblos.