"Pronto aprendí a bajar la mirada". A Una le enseñaron con muy pocos años -dolorosamente pocos- que nadie espera que los chicos se controlen solos. Son las chicas las que tienen que cuidarse de no enseñar una porción de piel de más, de no ir solas por la calle de noche o de no pasarse con la bebida. Porque todo eso, le contaron, las convierte en potenciales víctimas de una agresión sexual.A la protagonista del cómic Una entre muchas (y alter ego de la autora) le pasó en ese difuso espacio-tiempo que separa la niñez de la adolescencia.
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