Probablemente no haya síntoma más elocuente de la miseria ética y educativa que arrastra nuestro país que el entusiasmo alborozado que despierta en círculos alarmantemente amplios cualquier referencia o alusión a la llamada "marca España", quimérica marca sin cosa que marcar, fatua, patética voz sorprendida en el escorzo de suplir con aspavientos de impotencia su falta de relevancia o contenido.
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