"Hemos hecho un trabajo tan pésimo en lo que respecta a administrar nuestro planeta que deberíamos tener mucho cuidado antes de intentar administrar otros".
Carl Sagan
Un anciano indio describió una vez sus conflictos interiores:
— Dentro de mí existen dos cachorros. Uno de ellos es cruel y malo, y el otro es bueno y dócil. Los dos están siempre luchando...
Entonces le preguntaron cuál de ellos era el que acabaría ganando.
El sabio indio guardó silencio un instante y después respondió:
— Aquel a quien yo alimente mejor.
Cuento hindú
Sólo los cobardes son valientes con sus mujeres.
José Hernández(1834-1886) Periodista y poeta argentino.
“Ninguna fortaleza es tan inexpugnable que no pueda entrar en ella un mulo cargado de oro”.
Alejandro Magno
Había una vez un hombre joven que estudiaba medicina con un maestro sufí, que era también médico. Después de algunos años bajo su tutela, le pidió un día:
- Maestro, cuando se presente el próximo paciente, te lo ruego, deja que yo le atienda. ¡Me gustaría ponerme a prueba!
- Pienso que no estás listo todavía, – respondió el maestro – pero hagamos una prueba. Te dejaré hacer, y veremos lo que pasa.
Poco tiempo después, estaban sentados delante de la casa, cuando un hombre se aproximó. El maestro dijo inmediatamente a su discípulo:
- Este hombre está visiblemente enfermo.
El discípulo miró a su maestro con aire sorprendido.
- ¿Cómo lo sabes?
- Fíjate en su cara y en el tizne de su piel – continuó el maestro –, necesita granadas para sanar.
Cuando el hombre estuvo frente a ellos, el estudiante se puso en pie y se dirigió a él con estas palabras:
- ¡Estás enfermo!
- ¡Claro! – respondió el otro –. Eso ya lo sabía. ¿Por qué piensa si no que vengo a ver al doctor?
- Necesitas comer granadas – ordenó el joven.
El hombre expresó su desconcierto.
- ¡Granadas! ¿Y por qué granadas? ¿Es eso todo lo que tiene que decirme? Hace semanas que no me encuentro bien.
Y se fue, decepcionado.
El joven se volvió hacia el maestro:
- ¿Qué ha pasado? ¿Qué es lo que he hecho mal?
El maestro sonrió con dulzura.
- Espera a que se presente un caso similar y te lo mostraré.
Al día siguiente estaban los dos sentados en la entrada cuando vieron a otro hombre acercarse hacia ellos.
- ¡Déjame hacer! Vas a comprender el problema – dijo el maestro –, ya que resulta que este hombre también necesita granadas.
El maestro comenzó por hacer entrar al enfermo y le hizo sentar. Después le pidió que se desvistiera y le examinó largamente. Finalmente, le hizo varias preguntas, más o menos triviales.
- Sí, sí, ya veo… Su caso es muy interesante, ¡y bastante raro de hecho! Y observo que sufre. Déjeme reflexionar un poco… Lo que está indicado en este tipo de casos, es un remedio natural, con seguridad. ¡Veamos! Una fruta, quizá… Con muchas pepitas… ¿Limón? No, corremos el riesgo de que sea demasiado ácido para usted, y malo para su estómago. Vamos a ver… ¡Ah! ¡Ya lo tengo! Granadas. ¡Es exactamente lo que usted necesita! Granadas.
El doctor mantenía a la vez la mirada sobre el paciente, como si acabara de hacer un gran descubrimiento.
El enfermo, muy satisfecho, le expresó todo su agradecimiento, le pagó, y volvió a su casa lleno de alegría.
El joven, molesto, dijo entonces:
- ¡No entiendo nada! No veo ninguna diferencia. Es exactamente lo mismo que dije ayer al otro enfermo: ¡que necesitaba granadas!
- Es cierto, pero mira, estos dos hombres, más que granadas, lo que necesitaban era tiempo.
Cuento sufí
Reflexión: ¿El saber es un poder en sí mismo?
Cuenta una leyenda que una vez se reunieron en un lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los hombres.
El aburrimiento no paraba de bostezar. Y al tercer bostezo, la Locura, en un intento de buscar algo divertido, les propuso:
– ¿Jugamos al escondite?
La Intriga arqueó mucho la ceja, y la Curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: ¿Al escondite? ¿Qué es eso? ¿Cómo se juega?
– Es muy sencillo - contestó la Locura–. Yo me tapo los ojos y cuento despacio hasta mil. Mientras, vosotros os escondéis. Cuando termine de contar, empezaré a buscaros. Al primero que encuentre, ocupará mi lugar, y tendrá que contar y buscar él.
El Entusiasmo se puso contentísimo de emoción y empezó a bailar acompañado de la Euforia.
La Alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la Duda e incluso a la Apatía (a la que, por cierto, nunca le interesaba nada).
Pero no todos quisieron participar: la Verdad, la Soberbia y la Cobardía no quisieron jugar.
– ¿Para qué me voy a esconder? - dijo la Verdad– Si aunque me vean nunca me encuentran…
La Soberbia opinó que era un juego muy tonto, aunque en el fondo lo que le molestaba era que la idea no se le hubiese ocurrido a ella.
Y la Cobardía prefirió quedarse al margen para no arriesgarse.
– Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez…- comenzó a contar la Locura.
La primera en esconderse fue la Pereza, que como siempre, se dejó caer detrás de la primera piedra que se encontró en el camino.
La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del más alto pino.
La Generosidad casi no consigue esconderse a tiempo, porque cada sitio que encontraba, se lo cedía a alguno de sus amigos: que si un lago cristalino, ideal para la Belleza… … que el vuelo de la mariposa, lo mejor para la Voluptuosidad… una rendija de un árbol, ideal para la Timidez; y una ráfaga del viento, magnífica para la Libertad.
El Egoísmo encontró un sitio muy bueno, ventilado y cómodo, pero sólo para él.
La Mentira se escondió en el fondo de los océanos; mientras que la Pasión y el Deseo se ocultaron dentro de los volcanes. El Olvido… olvidó enseguida dónde se escondió, pero eso no es lo importante.
Cuando la Locura llegó a mil, el Amor no había encontrado todavía un lugar donde esconderse, pues todo estaba ya ocupado. Al final, en un rincón del jardín encontró un rosal lleno de espinas, y como se pudo imaginar, nadie se había ocultado allí.
– ¡Y mil! – dijo la Locura, y comenzó a buscar.
A la primera que encontró fue a la Pereza (estaba al lado de una piedra). Después escuchó a la Fe hablando acaloradamente con Dios en el cielo sobre teología. ¡Encontrada! Y a la Pasión y el Deseo los sintió en el vibrar de los volcanes.
En un descuido encontró al Triunfo y, claro, pudo enseguida deducir dónde estaba la Envidia.
Al Egoísmo no tuvo ni qué buscarlo, porque salió disparado de su escondite, que resultó ser un nido de avispas.
La Locura, de tanto caminar, sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir de qué lado esconderse.
Así fue encontrando la Locura a todos.
Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris… (¡mentira!, ella se ocultó en el fondo del océano) y hasta al Olvido, que ya no se acordaba que estaban jugando al escondite.
Pero al Amor, al Amor no lo pudo encontrar por ninguna parte. La Locura buscó detrás de cada árbol, en cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas…, y cuando estaba a punto de darse por vencida, divisó un rosal con bellas rosas rojas que lo adornaban.
La Locura se acercó a él, y con poco cuidado comenzó a mover sus ramas pues por ser loca no tenía miedo a las espinas. Cuando de pronto, un doloroso grito se escuchó: las espinas habían herido los ojos del Amor. La Locura no sabía qué hacer para disculparse. Lloró, imploró, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.
Desde entonces, desde que por primera vez se jugó al escondite en la Tierra, el Amor es ciego y la Locura siempre lo acompaña.
Palabras de Carataco, líder britano, al contemplar Roma. Dión Casio, Historia romana.
Un hombre paseaba por la selva cuando, de pronto, bajo sus pies, comenzó a moverse el suelo.
En ese momento se dio cuenta de que había pisado arenas movedizas. En un principio intentó saltar, moverse rápidamente para escapar de allí, pero con cada movimiento que realizaba lo único que conseguía era hundirse aún más.
Finalmente, tras ver que era inútil su esfuerzo, dejó de luchar y comenzó a observar tranquilamente cómo le desaparecían las rodillas, luego los muslos, a los minutos la cintura...
Y así continuó hasta que, tras varias horas, la arena comenzó a taparle la boca.
Fue en ese momento cuando comenzó a ponerse nervioso y a gritar pidiendo ayuda.
-¡Socorro! ¡Socorro! -gritaba cada vez más fuerte- ¡Socorro!
Afortunadamente, a los pocos minutos, apareció un pastor que estaba por la zona.
Al verlo buscó rápidamente una rama para ofrecérsela y poder sacarlo de allí.
El hombre que se estaba ahogando agarró un extremo de la rama, pero no hizo el esfuerzo necesario para salir del todo. Cuando consiguió sacar la mitad de su cuerpo y la arena le llegaba por la cintura, soltó la rama.
-¡Pero venga! -gritó el pastor- ¡Vuelva a coger la rama y salga de una vez!
-No, no me hace falta salir, aquí estoy bien, tan solo quería poder respirar.
Cuento zen
"Hemos trabajado mucho para saquear nuestro país"
Los que dejan al rey errar a sabiendas, merecen pena como traidores.
Alfonso X
“Hoy fue un día feliz. Solo rutina.”
Mario Benedetti, “ La tregua” (1960)
“Un águila perseguía una liebre con intención de cazarla.
La liebre, por más que corría, veía cada vez más cerca al águila, y al ver que no podía librarse de ella, pidió ayuda a un escarabajo.
El escarabajo se apiadó de ella, le abrió la puerta de su casa y dejó que entrara. Le prometió que la protegería.
Pero el águila, que era más fuerte y grande, cazó al final a la liebre y se la comió.
El escarabajo juró dar una lección al águila, quien se rio al ver a un ser tan pequeño amenazándola.
Pasaron los días y el águila casi había olvidado aquella anécdota, pero el escarabajo no. Aprovechó que el águila había salido a volar, dejando sus huevos en el nido, para subir hasta allí y arrojar los huevos del ave al precipicio.
El águila, al regresar, contempló con horror el destino de sus huevos. Así que ascendió a lo más alto del cielo para hablar con Júpiter. Le pidió que guardara sus huevos y éste accedió a protegerlos en su propio regazo.
El escarabajo, cuando se enteró del lugar donde el águila guardaba sus huevos, decidió hacer una enorme bola de estiércol y voló hasta donde estaba Júpiter. Entonces, soltó la bola de estiércol, y el dios, aterrado por el terrible olor, se intentó librar de ella moviendo los brazos y soltando al mismo tiempo los huevos del águila.”
Moraleja: “No desprecies nunca al pequeño y al que parece insignificante, porque no hay ningún ser tan débil que no pueda alcanzarte”.
Fábula de Esopo sobre la humildad
"Fascista no es únicamente el que alza el brazo en público. Al fin y al cabo, ese es el menos peligroso, puesto que al menos tiene el valor de declararlo. Fascista es aquel que, además, se disfraza de demócrata, al igual que el peor pederasta es el que canta misa y viste sotana."
Alberto Vázquez-Figueroa, “Alí en el país de las maravillas”
Visto esta tarde en youtube: "la hiperinflación vuelve locos a los pueblos" "la republica de Weimar cayó por la hiperinflación y la consecuencia fue el ascenso de Hitler"
La civilización no suprimió la barbarie; la perfeccionó e hizo más cruel y bárbara.
Voltaire
Sin rastro de humor es los treinta y un mil ciento dos versículos de la Biblia, sin rastro de humor en la letra de los ciento noventa y cuatro himnos nacionales.
Jorge Wagensberg
El campesino, el lector de novelas y el puro asceta -estos tres son los felices de la vida, porque son ellos los que abdican de la personalidad-; uno porque vive del instinto, que es impersonal, el otro porque vive de la imaginación, que es el olvido, el tercero porque no vive, y no estando muerto, duerme.
Fernando Pessoa
Luces de Bohemia, Valle-Inclán.
“De aceptarse el argumento de la inmunidad de la defensa, si Juan Carlos I entra en una joyería de Hatton Garden [en Camden, el histórico 'distrito del diamante' de Londres] y roba un anillo de diamante, no se enfrentaría a un procedimiento civil o penal en esta jurisdicción (a menos que el Estado español renunciase a su inmunidad). Nada en los principios de la ley internacional referido a la dignidad y soberanía del Estado español obliga a sacar esta conclusión. Rechazo que tenga inmunidad personal”, señala la sentencia dictada este jueves por el juez Mathew Nicklin, del Tribunal Superior de Justicia de Inglaterra y Gales
"El miedo también excluye la dignidad, la generosidad, el sentido de la justicia, y llega incluso a perjudicar la inteligencia, porque altera la percepción de la realidad y alarga las sombras de todas las cosas. Las personas cobardes tienen miedo hasta de sí mismas".
Almudena Grandes
Dedicado a los responsables de este lugar.
“Un tonto encuentra siempre otro más tonto que lo admira.”
SIR ARTHUR CONAN DOYLE (Sherlock Holmes)
“¿Dónde están los hombres?, preguntó por fin, el principito. Se está muy solo en el desierto.
-También se está solo entre los hombres, dijo la serpiente.”
Antoine de Saint-Exupéry, “El principito” (1943)
"(...) sólo en un estado de paz será posible que los vendedores distribuyan las mercancías entre los compradores y que las mercancías lleguen regularmente al mercado por caminos sin fronteras, sin asaltos, en paz y libertad. Pero las plazas de los mercados y los caminos tranquilos sólo se mantienen en paz cuando la circulación de mercancías se mantiene en equilibrio. Y por ello hace falta, ante todo, el Estado. Por ello, decir que el comercio genera la paz es una simple petición de principio, porque la paz está ya implicada en el mismo mercado, cuando este proceso está en marcha. Pero, ¿cómo ponerlo en marcha? ¿Acaso no hubo previamente una guerra que había despejado el campo de malhechores y de competidores? Y lo más importante, ¿cómo mantenerlo en marcha?, ¿acaso los mismos flujos comerciales, cada vez más abundantes, no rompieron de vez en cuando el equilibrio dinámico de la corriente de circulación, dando lugar a colapsos o a turbulencias? (...)
La diferencia entre un Estado liberal y un Estado socialista no es una diferencia entre economía libre y economía intervenida; más bien es una diferencia entre “economías intervenidas”, según determinadas proporciones… la diferencia entre una economía liberal y una economía con planificación central, tipo soviético, no será tanto una diferencia económica cuanto una diferencia política… La apariencia de una economía libre que funciona entregada a las leyes puras del mercado es una ilusión derivada de que esa economía, en el marco de la economía política, se comporta como si estuviera sometida a leyes naturales (...)
Si el Estado liberal propugna un intervencionismo mínimo y una privatización máxima en materia económica, cultural, etc. no es porque carezca de una perspectiva globalizadora, sino porque la burguesía dominante, dueña del control económico, y con sindicatos débiles, no necesita que nadie, fuera de ella misma, intervenga en sus planes y programas. Pero cuando ese Estado de equilibrio se rompe por motivos internos o por una coyuntura internacional, entonces es el mismo “Estado burgués” el que pedirá la intervención “totalitaria”(...)"
Gustavo Bueno, "La Vuelta a la Caverna", 2004
Mis alas están plegadas sobre mis oídos,
Mis alas están cruzadas sobre mis ojos,
Pero tras la sombra plateada percibo,
Tras sus tibias plumas recojo,
Una visión, un mundo de sonidos.
Shelley
menéame