Los científicos nunca entendieron cómo ni potentes venenos, ni horrendas lesiones la afectaban, y menos por qué sus heridas no sangraban y sanaban tan rápido. "Un día, la semana pasada, la señora Tardo se sometió a un experimento en el Colegio Médico Rush, donde el doctor J. M. Dobson le hizo el test". Lo que hacían era inyectarle veneno de serpiente cascabel y, en esa ocasión, Dobson "raspó el veneno de la herida y se lo inyectó a una rata, matando al roedor en menos de 10 minutos".