Un filósofo llamado John Rawls plasmó hace décadas, en su famoso libro Teoría de la Justicia, una metáfora que pretendía defender la justicia de determinados principios básicos relativos a la organización política de las comunidades humanas. Os la cuento de forma muy simplificada y con algunas licencias literarias:
Tenemos un conjunto de almas sin cuerpo que van a bajar a La Tierra y, una vez ocupados los cuerpos que les toquen, formar una comunidad humana. Estas almas no saben si les va a tocar ser hombres, mujeres, enfermos, sanos, inteligentes, discapacitados intelectuales, ricos, pobres...y, antes de obtener esos datos, tienen que pactar unos principios elementales de justicia que rijan su comunidad futura. Rawls afirma que todas las almas optarán por consensuar un marco de convivencia donde, en el peor de los escenarios (que a un alma le toque ser pobre y discapacitada, por ejemplo) su situación sea la mejor posible, aunque ello implique aceptar que su situación en otros escenarios hipotéticos más beneficiosos (como ser rico y sano) sea menos favorable para sus intereses.
Es decir, yo soy una de esas almas y no sé si cuando ocupe mi cuerpo me tocará ser un millonario o una persona en situación de exclusión con una enfermedad crónica. Si opto por un sistema de convivencia donde el Estado no ofrece a las personas más humildes las oportunidades necesarias para formarse intelectualmente y construir su plan de vida (como un sistema educativo de calidad) y para cubrir las necesidades vinculadas a sus derechos humanos (prestaciones sociales, sanidad, vivienda digna...) mi vida será un infierno. Ciertamente, ese sistema debe financiarse con los impuestos de todos, y si me toca ser millonario tendré que dar una parte de mi fortuna para mantenerlo. Pero el perjuicio que sufriré en ese caso (dar una porción de mis ganancias y seguir viviendo muy bien tras ello) será infinitamente menor que el perjuicio que padeceré si nazco en una familia pobre, con un cuerpo enfermo...
Por tanto, la solución más inteligente (y la que Rawls sostiene que las almas consensuarían) es aceptar un sistema donde todos dan una parte de su riqueza en proporción a su poder adquisitivo para que todos puedan ser verdaderamente libres al contar con las oportunidades precisas para construir su plan de vida, y no vivir en el sufrimiento y la indignidad por padecer enfermedad, pobreza, desempleo involuntario...
La metáfora de Rawls nos muestra que la justicia social es, sin duda, la opción más inteligente para la inmensa mayoría incluso desde una perspectiva egoísta. Un millonario podría oponer que ni él ni sus hijos, nietos y bisnietos, se van a ver nunca en la pobreza, de modo que no le conviene el modelo de Estado social anteriormente expuesto. Podría objetársele que nunca es descartable que su nieto termine en la miseria porque sea tan descerebrado que acabe fundiéndose en drogas y lujos exacerbados el patrimonio familiar, o que la mayoría social se harte y les acabe guillotinando tras una revolución, pero ciertamente su postura no es un sinsentido.
Lo que sí sería una soberana estupidez es que no sólo las clases populares, sino la gente de clase media e incluso media-alta, rechazase un sistema fiscal progresivo que sostenga unos servicios y prestaciones públicas de calidad. Porque si eres mileurista y tienes un cáncer, ni en 100 años podrías pagarte el tratamiento con tu sueldo, y desde luego nunca podrías pagar un colegio privado para tus hijos, de modo que te interesa que la escuela pública sea óptima. Por otro lado, si ganas 3000 euros al mes y tu hijo nace con una discapacidad importante, tu sueldo tampoco te permitirá asumir el sinfín de cuidados que precisarás. Y, si te despiden con 50 años (o incluso más joven) y no encuentras trabajo por mucho que te esfuerces, tus ahorros no te van a mantener más de 2 años. Todo ello aparte de otros servicios públicos cotidianos como carreteras, recogida de basuras, policía, juzgados, mantenimiento de jardines y espacios públicos...que, si se quieren ofrecer en condiciones (y evitar que, como pasa en España, un juicio por despido tarde 3 años en salir) cuestan un pastón.
En todos estos casos, lo que pagas en impuestos es notoriamente menos que lo que cuestan los servicios educativos, sanitarios, sociales...que recibes y vas a recibir durante tu vida. Por eso te conviene que sean los mejores, y para ello es imprescindible que quienes más tienen paguen lo que pagan en los países más avanzados de Europa, como Finlandia o Dinamarca (o al menos como en Francia, que está muy por encima de España en cuanto a presión fiscal a las rentas altas).
Y luego están los sentimientos de empatía, solidaridad, reconocimiento de la dignidad humana como valor universal...que también van en la misma dirección. Lo ideal es que seas capaz de reconocerte en los ojos de tu vecino y percibir en él el mismo valor que ves en ti cuando te miras al espejo, y darte cuenta de que no hay nada más grande en este mundo. Pero si no te sale, al menos piensa en ti. En ambos casos, el resultado es el mismo: por tus hijos (y si acaso por los hijos de los demás) exige un sistema donde todos (y sobre todo quienes más tienen, que además en la mayoría de los casos lo han heredado sin haberse esforzado lo más mínimo por merecerlo) paguen lo suficiente para que los derechos humanos de cada individuo sean una realidad.