No tienen detrás ni un partido, aparentemente, ni una jerarquía sindical ni ninguna otra sigla. Ni siquiera un nombre muy rebuscado. Se les conoce como Gilets Jaunes, los "chalecos amarillos" y se han impuesto en todas las conversaciones del país galo a los deslices de Macron con el colaboracionista Pétain o incluso a los gestos de la macropolítica de la visita de Trump con motivo de los 100 años de la Primera Guerra Mundial.
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