«Lo grave de esta delincuencia sexual sobre los hijos por sus propios padres es que éstos, en lugar de protegerlos y tutelarlos para evitar que un tercero les pueda causar un daño, son los que lo causan, por lo que la menor comprueba que su propio padre, que es quien debería protegerle de los extraños, se acaba convirtiendo en algo más grave que un extraño y con la indefensión que le produce que no pueda recurrir a su padre para que le ayude porque es el agresor sexual y ni a su propia madre porque el agresor suele amenazar con matarla a ella».
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