Quienes me sigáis habitualmente sabéis que, además de este trabajo editorial, tengo mi propio estudio de grabación. Allí me dedico a grabar, mezclar y masterizar a artistas independientes, en su mayoría músicos que buscan encontrar su primera oportunidad para meter la cabeza en el complejo (y no siempre bonito) mundo de la industria musical. Una de las cosas que escucho más a menudo en sus conversaciones es el asunto de subir su trabajo a Spotify. Dicen que es una manera de monetizar su música. O al menos eso es lo que ellos creen.